Primero Arena, luego Heineken, ahora Marco Aldany. Ya uno no sabe a qué sala va a entrar cuando se acerca por la madrileña Plaza de España. Lo que sí sabe es que va a encontrar un buen espectáculo y anoche ninguno defraudó. A Red Fang los acompañaban Lord Dying y The Shrine, unos más cercanos al metal y otros al hard rock, pero ambos a la altura de una cita como esta.
Me siento obligado por una mano invisible (no la que ha arruinado a nuestra sociedad) a comprarme una lata de cerveza si voy a ver a los de Portland. Y de paso ¿por qué no llevarles unas a ellos? Como buenos cerveceros, las recibieron agradecidos. Pude hablar un buen rato con Aaron Beam, su bajista y cantante, y siempre me fascina la naturalidad que se esconde detrás de nuestros ídolos del escenario. Lo que hablamos es otra historia, pero la sensación no podía ser mejor: él nos prometió un concierto rápido, voraz y potente y eso fue lo que ofrecieron.
Hay canciones en su repertorio con las que no pueden equivocarse y una de ellas es ‘Hank Is Dead’. Así abrían un concierto que no terminaría de despuntar hasta la cuarta canción debido a una desafortunada mezcla de los instrumentos, subsanada posteriormente, pero en la que el equipo técnico no estuvo ágil.
Una vez puesto a punto, el motor no bajaría de quinta hasta el final. Repasaron sus grandes singles, como ‘Blood Like Cream’ o ‘Wires’, haciendo vibrar los pilares de la sala. Y es que estas bandas se están convirtiendo en un fenómeno social dentro de los círculos de bandas nacionales, las que recogen el testigo del stoner norteamericano y se aferran al metal de graves afinaciones y riffs abrasivos, y no al de falsettos y poses vacuas.
Por ese mismo motivo, el hardcore de varios de sus temas no hace más que avivar la llama, a pesar de que la épica del doom metal de larga duración de ‘Humans Remain Human Remains’ o ‘Dawn Rising’ no hiciera aparición en su concierto. Mantuvieron prendido al público con un setlist perfectamente equilibrado hasta su bis con ‘Prehistoric Dog’ y una ejecución indiscutible desde la consistencia de ‘Malverde’ hasta la rauda ferocidad de ‘DOEN’; el resto es historia que ni quiero ni puedo recordar.