Pink Floyd | Dark Side of the Moon

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En ocasiones la locura ilumina la mente con mayor fulgor que la cordura. Desde las oscuras regiones de la psique enajenada surgen rayos de luz que transmutan en arco iris armoniosos, trascendiendo pautas y entendimiento. En su exploración deambulas sin un rumbo seguro, pudiendo terminar perdido en la vorágine nebulosa de la demencia o, por el contrario, puedes encontrar el prisma que te devuelve a la realidad con una nueva  consciencia en estado de absoluta certeza y cristalina lucidez.

Canalizar un viaje tan extravagante en la silueta de música solo sucede de manera natural. Te encuentras sumergido en un paseo tranquilizador, a la vez que inquietante y con un trasfondo desafiante a través de la condición humana entre los hilos del clásico The Dark Side of the Moon (1973), el octavo álbum de estudio de los londinenses Pink Floyd y el sexto tras la desafortunada despedida de Syd Barrett.

Es tanto álbum como un estudio antropológico. Así, el trabajo conceptual de la banda discurre libremente a raíz de unos patrones temáticos claros, tanto lírica como musicalmente. Como mencioné anteriormente, los diez temas forman un espejo frente a las características propias de la humanidad, reflejando una condición externa pero común a todos, englobada por ellos a través de la “empatía” que simbolizan a la perfección los fragmentos de entrevistas realizadas por la propia banda, esparcidos a través del álbum. Hablan sobre temas trascendentales: la codicia de Money, el individualismo, la muerte o la locura de Brain Damage usando contrastes entre la esperanza y el miedo al implacable devenir de manera clara y directa. Estas letras guían un recorrido musical que, por su parte, se centra en la experimentación y la búsqueda de espacios sonoros en la tranquilidad y la variedad dinámica.

La intelectualidad de sus integrantes los distaba del glam rock de David Bowie, Slade o Roxy Music, obviando por ello la trivial e irreverente temática y estilo de estos en favor de un sentimiento filosófico y de conciencia social mucho más profundos. Esta es una característica propia de personalidades en la escena del progressive rock, poniendo en acción esta capacidad intelectual a favor también de unas composiciones musicales de mayor complejidad. A pesar de sus variados rasgos, Pink Floyd no explora en este álbum los enrevesados patrones y velocidades de dicho estilo que más adelante Rush o Yes explotarían con mayor carácter, siendo la psicodelia una definición más acertada de lo que ofrece este álbum, más centrado en la creación de etéreas atmósferas que en intricadas composiciones; incluso siendo Money,su tema más rebuscado en este trabajo, el que cobrara hasta día de hoy mayor fama.

Salvo su single, el resto de temas se desarrollan en un apacible ritmo que se ve interrumpido por los momentos de grandiosa épica, con un uso del grupo corista femenino estupendo en, por ejemplo, Brain Damage, en contraste con la suavidad de las dobles voces de David Gilmour y Roger Waters. Ambas caras del vinilo discurren como una sola canción cada una, haciendo ver el disco como dos grandes cortes de larga duración. De no ser así, encontramos canciones sublimes como Us and Them o The Great Gig in the Sky e interludios que se pierden en la experimentación de producción más allá de lo musical, como Any Colour You Like (que, por otro lado, revolucionaron su época). Por ello hay que observarlo de esta manera; es el todo elevado a la enésima potencia.

Pink Floyd con triángulo

Viendo lo que llegaría a ser el género progresivo y lo que fue la psicodelia, en temas inmensos como Time o el cierre de Eclipse (título que fue brevemente el de este álbum) se observa su acercamiento al rock más clásico de la década de los sesenta y no tanto al progresivo que vería su apogeo más adelante en terrenos más cercanos al heavy metal. Su espectacular influencia deambularía por otros derroteros, casi incontables a día de hoy, desde los usos de la producción hasta lo más esencialmente musical. Gran parte de la música electrónica que se desarrollaría en los noventa y continúa con su evolución se ve en la visionaria técnica de sus sintetizadores. De una manera absolutamente analógica, On the Run sentaría un precedente de lo que podría llegar a ser el trance, con bases simples y sintetizadores -que más adelante se convertirían en samplers- que se alejan de la instrumentalización natural de la banda. En el año 1973 abrieron las puertas al futuro, adelantándose años a la música de su época. Música que recogen gran cantidad de bandas de los actuales y variados revival, inspirados en cortes como Breathe.

Su producción, aunque en momento exagerada en su búsqueda de una masiva postproducción que module sus grabaciones, logró continuar con unos avances que ya habían experimentado The Beatles o Led Zeppelin, pero que marcaron una referencia en técnicas como fades, uso del estéreo y efectos de cinta que aun hoy suena moderna y suena mejor que muchas bandas actuales que tratan de emularlo.

Debido a todo ello su recepción fue absolutamente grandiosa, conquistando incluso las inhóspitas tierras americanas. Y lo que hace que un disco alcance su estatus es que esa recepción se mantenga, si no crezca, siendo este aun su disco mejor considerado. Por ello se encuentra en todas las listas posibles, desde medios especializados como Rolling Stone en el puesto 46 de “The 500 Greatest Albums of All Time” hasta medios generalistas como The Observer, colocándolo el 29 de sus “The 50 Albums That Changed Music” o The Guardian el 37 en sus “100 Best Albums  Ever”. Una prueba más de su omnipresente grandeza, la cual catapultó a la banda al estrellato que aún hoy, por separado, disfrutan.

  • Fue grabado por:

Pink Floyd (producción)

David Gilmour (voz, guitarra, sintetizadores)

Roger Waters (bajo, voz, sintetizadores)

Richard Wright (teclados, voz, sintetizadores)

Nick Mason (batería)

  • Lanzado por:

Harvest y Capitol el 1 de marzo de 1973

  • Grabación:

junio de 1972 a enero de 1973 en los estudios Abbey Road, Londres

  • Duración:

42:59

  • 2 discos de diamante en Canadá; 15 de platino en EE.UU., 14 en Australia; 9 en Reino Unido; 2 en Argentina, Alemania, Austria y Canadá y 1 en Francia, Italia y Polonia.

Siguiendo esa senda, la de la locura, es imposible sentirse ajeno. Algunos disfrutan sus perturbadas imágenes, otros huyen de ellas horrorizados, mientras hay quienes buscan el raciocinio de la sinrazón. “El lunático está en la hierba” y te sugiere cosas que, en su enmascarada fachada ilusoria, esconde verdades intrínsecas de todos y cada uno de los que lo visitan. No es necesario disfrutar el trayecto, igual que cualquier otro, pero hay que recordar que la verdad se encuentra en los lugares más insospechados.

“A pesar de que tuviera tanto éxito, lo hicimos de la misma manera que todos los demás álbumes y el único criterio que seguimos a la hora de hacer música es si nos gusta o no.”

–         Richard Wright, teclista de Pink Floyd

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José Roa
José Roa
Músico y periodista, formó parte de HABLATUMÚSICA.com de 2010 a 2014, llegando a ser editor jefe y alcanzando especial repercusión con su columna 'La Guillotina', editada en 2013 y 2014.

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