LA VIDA DISOLUTA | por J.Castellanos
Tienen estos tiempos la culpa de que la peña, subida por paredes, bancos y cajas, haya perdido todo punto de inocencia sea niño de pueblo o niño de Madrid. Ya sabe esta peña, sin o con estudios, que el producto vende mejor envuelto en papel de polémica, tontería o sainete que entregado en mano, más si cabe si ese producto deja tanto que desear como un fichaje invernal. Toda pieza de lo que el siglo XX montó en sus sesenta llenos de rock, patilla y peyote, fue cayendo hasta convertirse en la nada absoluta con la que bailamos hoy, en el centeno en el que poco sucede.
Nada queda por creer de asuntos como que Billie Joe Armstrong, pelo de punta y corbata roja metido a punky de palo, ingrese en una clínica para desintoxicarse, consciente de que necesitará algo más que fortuna y trabajo bien hecho para vender tres álbumes capricho de ego más que demostración de calidad, trinidad del fracaso en la que abusa de fórmulas agotadas por repetición y sopor. O que Courteeners, banda que apuntaba a Oasis descafeinado y quedó en Pigeon Detectives, diga que son el mejor grupo del mundo, deseando que les conozcan más allá de su barrio en la triste Manchester, ahora tan City como United. De entre esas calles queda un Noel Gallagher que es última pieza del rock muerto, superviviente de las grandes batallas que preparaba la música en los noventa, antes de que esta se volviera una cosa aburrida con algún toque de color por lo engreído de Strokes o Libertines. Este eslabón sigue vomitando lecciones de autoventa que suenan tan a ingenio obrero que poco importa si son reales o no, como los misterios de Cuarto Milenio.
Con lo excitante del periodista deseoso de preguntar una y otra vez lo mismo esperando escuchar similar respuesta para ilustrar una entrevista que cause el aburrimiento a los tres sujetos, Gallagher es un animal adicto a declarar cada cierto tiempo alguna nueva frase que parece sacada tras un largo estudio en la búsqueda del mejor titular. A cada entrevista toca esperar la pregunta sobre la reunión de Oasis, auspiciada por los mismos que intentaron una y otra vez ver el final de la banda, el mayor de los Gallagher tiene cada vez una distinta respuesta.
En la última de las ocasiones le ha tocado al de Manchester decir que, pensando en el momento de su muerte, el buen cristiano entre rayas y Tony Blair, conseguiría sentarse en el cielo gracias a que Dios, que como está en tantas partes a algún directo de la banda habrá asistido, debe ser fan de Oasis.
- ¿Has oído hablar de Don’t Look Back in Anger?
- Sí
- Fui el que la compuso. Si me dejas entrar te la toco. Robé algunas cosas y tomé muchas drogas, pero ya estoy bien.
Alejados de que la respuesta sea o no una nimiedad escondida entre partes de egocentrismo y cachondeo de uno mismo, el periodista, como el lector, y el ateo debe estar agradecido de que el que ahora vuela solo suelte de vez en cuando alguna frase de portada para NME en esta época en la que músicos, como políticos parecen futbolistas o loros.