Un progreso decadente

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Qué buenos fuimos cuando fuimos los mejores. Tiene cierto dramatismo vivir en la época en la que las buenas cosas pasaron hace demasiado tiempo. Revivimos una y otra vez años mejores en todo que abandonamos para iniciar esta huida hacia delante donde al preguntar la hora responden en euros. El progreso decadente se ha instalado en la sociedad silenciosamente gracias al neoliberalismo metastásico, vil cómplice del asunto.

No es algo nuevo esta carrera hacia el precipicio de la nada,  mucho menos en la cultura. Común en la música. Vivir de plagiarse a sí mismo como el escritor de bestseller es una de las oportunidades que la banda acomodada ante el éxito tiene en su mano. La otra, de tanto riesgo como ironizar en Twitter, es la de la búsqueda del cambio de influencias, sonido o evolución. Así lo hicieron Dover, que ahora parecen recuperar su segundo y gran trabajo Devil Came to Me.

Cuando poco había por aquí de música independiente que sonara real, los de Madrid nos hicieron creer a muchos, mocosos entonces, que lo de aquí era un panorama internacional. Guitarras asesinas bajo un grunge que lloraba a Cobain. Unos cuantos álbumes después, Dover decidieron romper con todo en 2006 tras cambiar una y otra vez la fórmula esperando obtener el mismo resultado. Follow the City Lights no fue más que la única escapatoria posible ante la falta de ideas, muy lejos de aquellas bandas que, en su estado de gracia, deciden cambiar radicalmente y aciertan. Los de Madrid no. Estribillo del fácil escondido entre capas electrónicas. Se acabó la lucha contra el DJ, ahora mejor amigo. Se tiende a tirar de la justificación en forma de frase al uso que habla de la división de opiniones, enfrentamiento entre seguidores o reinvención respaldada por las ventas, cada caso se apunta al clásico cambio de un público fiel por la radiofórmula encantada de haberse conocido.

Como en todo cuento feliz de marcas que viven de la música pero no para ella, la banda de Amparo y Cristina Llanos radicalizó su radical cambio y se le ocurrió I Ka Kene, trabajo de influencias africanas marginado por los mismos que auparon su cambio.  Su nombre se perdió en el fino limbo que separa la espesura del valle independiente del comercial, con un suelo ocupado por muñecos rotos. Por eso extraña, pese al derecho que les otorga, que Dover decida la vuelta del diablo de la boina  para celebrar sus 20 años en la música. A partir de enero estarán paseando aquellas Loli Jackson, Serenade, Devil Came to Me o Winter Song en lo que podía haber quedado en un simple repaso a toda su carrera. Y es por ello que da que pensar que, al recordar aquellos años en los que fueron los mejores, quizás hayan descubierto que se encuentran metidos en ese progreso decadente del que todos, en mayor o menor medida, andamos bañados.

J. Castellanos
J. Castellanos
Periodista. Formó parte de HABLATUMÚSICA.com de 2011 a 2014, llegando a ser redactor jefe.

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