“Sabía que iba a rodar en París, y tenía el título… Pero nada más. Un día paseando por una calle de golpe me pareció diferente, y surgió la historia”. Así explica Woody Allen el alumbramiento de Midnight in Paris. Y bajo esta premisa cualquiera hubiera realizado algo banal con lo que dar por terminado el encargo. Pero no el genio neoyorquino, este realiza una obra divertida, original y con poso.
Woody Allen se comporta como un verdadero inconsciente al querer rodar una idea tan arriesgada. Y menos mal. Otra película más como Si la cosa funciona o Conocerás al hombre de tus sueños hubiera sido un suplicio. El cine de Allen pedía a gritos un argumento original, único, como lo fue Desmontando a Harry o Zelig.
Un escritor interpretado de forma entrañable por Owen Wilson sueña con los felices años veinte mientras pasea por las calles parisinas. Por algún motivo que desconocemos es transportado a esa época. Allí conoce a sus ídolos: Hemingway, Fitzgerald, Dalí o Picasso. La naturalidad con la que el personaje de Wilson pasa de una a época a otra recuerda a la sencillez con la que el director saca a los personajes de La Rosa Púrpura del Cairo fuera de la pantalla.
Allen acierta afrontando sin miedo y con honestidad un argumento que podría haber sido insostenible.Frases ingeniosas. Conversaciones hilarantes. Y romanticismo, mucho romanticismo.
Como ocurre últimamente con las películas de Allen no podía faltar la pasarela de actores consagrados. Destacan la embriagadora Marion Cotillard, Michael Sheen, Adrien Brody y sorprendentemente, Carla Bruni.
Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Allen arrebata la nostalgia de otra época con un tono entre dulce y ácido. Y como siempre nos ofrece la mejor de las alternativas, reírnos de nosotros mismos.
Entre todas las películas menores de Woody Allen esta es una de las mejores.
por Pedro Moral