¿Esto es una broma, verdad? ¿o estoy soñando? Algún día me despertaré y con una sonrisa nostálgica recordaré aquel sueño en el que la gente pensaba que Omar Souleyman hacía música de calidad. Voy a pellizcarme…vale, de verdad que no se lo que le pasa al mundo. Su formación como músico en bodas se ha extrapolado al mundo entero como el último grito -de terror por mi parte- en la escena independiente.
Si él o alguien se toma su música como una broma divertida, perfecto. Pero de ahí a encumbrarle como la revelación del año, no, por ahí no paso. Los siete temas de ‘Wenu Wenu’ (Ribbon Music, 2013) recogen la tradicional música siria y la transforman en un grotesco espectáculo de machacones ritmos, mareantes líneas de sintetizador y una aberración para su tradición cultural y la música en general.
El tono de los sintetizadores parece el de una gaita de juguete, además de lo fastidioso que termina siendo tras el segundo compás de inquietas subidas y bajadas en las teclas. Y así durante siete cortes idénticos, sin desarrollo alguno, tan solo una incesante oleada de notas esporádicamente cortadas por la voz de Souleyman; no quiero ni imaginarme escuchar sus quinientos discos.