Es demasiado tarde para no volver a los viejos tiempos. La banda de Philadelphia está instalada en un bucle musical que funciona, que es cómodo, que se puede disfrutar mientras apoyas las botas en la mesa y te bebes una copa de Jameson. Pero esa posición que el Dr. Dog mantiene desde hace tiempo y de la que no se mueve puede causarle algunas úlceras por presión, y para quién no lo sepa huelen a podrido. Sólo es una idea exagerada que me viene a la mente, peligrosa y posible a la larga, porque realmente, aunque ‘B-Room’ sea bueno, no deja de ser lo mismo de siempre. Cuidado.
Scott McMicken y los suyos engendran discos con facilidad y tiene su mérito que la calidad sea la que es. Pero la poca originalidad de un R&B estático (aunque tenga algunos momentos de soberana brillantez, como en esa pista titulada ‘Cuckoo’) puede causar un desinterés latente a la hora de colocar este disco en tus listas de spotify. Porque si a uno le apetece escuchar al Dr. Dog va a recurrir a ‘Shame, Shame’ o ‘Fate’, sus trabajos más notables.
El folk y el rock que trabajan es, sin embargo, superior al que realizan el pseudo gran grupo folclórico del momento, los Mumford & Sons. Canciones como ‘Minding the Usher’ con melodías que excavan en el mejor blues experimental tienen cabida en este álbum que si no fuera por pistas como esa o ‘Phenomenon’ y su portentoso banjo –y sus traviesas cuerdas de violín- el disco sería muy difícil de escuchar. Afortunadamente no es así, los ávidos del gran género americano lo disfrutarán con avidez, el problema vendrá después, cuando tengan que recordarlo.