Cuando alguien crece en un sitio tan inspirador como Blue Mountains, un paraje bucólico que existe cerca de Sydney, donde el cielo y las montañas hacen el amor entre alfombras verdes, blancas y azules, es complicado dejar de crear piezas de arte si naces con (aunque sea) un mínimo toque de talento. Y los cuatro componentes de Cloud Control tienen ese toque. Su rock y su pop entre psicodélico y enérgico embadurna tu imaginación con facilidad en este segundo largo titulado ‘Dream Cave’ (Infectious Music, 2013), grabado para más (y abultada) inspiración en unas cuevas en Keneth otro lugar cercano a Tasmania.
Y esas reminiscencias oníricas se notan desde que el sintetizador y el rever de ‘Scream rave’ invade nuestros oídos. La influencia de Alt-J es clara, pero qué más da, los sonidos no tienen padre ni madre, pertenecen a quién mejor los trata. Y en este caso el art-pop está en buenas manos. Igual que ese rock progresivo de ‘Promises’ acorazado con varios riffs de reclinatorio.
La voz de Alister Wrigt y la de Heidi Lenffer se difuminan entre ese melancólico dolor agudo que desprenden durante todo el álbum. Y consiguen repiquetear tu oído en composiciones lisérgicas como ese ‘Ice Age Heatwave’ que recuerda a esa mítica e inquieta banda londinense llamada Fleetwood Mac. Los ecos, las guitarras suaves alternan con movimientos electrónicos de los que se desprenden melodías vagamente bailables pero eficaces. Aunque todavía les queda superar algún que otro obstáculo como el de la nadería vibrante de ‘Moonrabbit’, o la pretensión bucólica de ‘Dream Cave’, el corte que cierra y bautiza un buen segundo álbum con el que crecen enormes ganas de más material.