Un fino bigote adorna una seductora sonrisa, es George Valentin. Un lunar postizo embellece más, si cabe, el rostro de una joven actriz, es Peppy Miller. Él es un ídolo del cine mudo, ella un extra. Con la llegada del sonoro él descenderá a los infiernos y ella llegará a tocar la cima de Hollywoodland.
Cine sobre cine. The Artist es una tragicomedia de pantomima que homenajea los orígenes del séptimo arte con maestría, con elegancia y con mucha gracia. El cines es el arte de narrar con imágenes, las palabras vinieron después. Por eso los grandes directores clásicos –John Ford, Alfred Hitchcock o Ernst Lubitsch– hicieron sus pinitos en el mudo. Por eso una mirada, un gesto o una sonrisa bien interpretada están más cerca del lenguaje cinematográfico que un diálogo.
Michel Hazanavicius es un tipo francés que ha adquirido cierto éxito en su país gracias a una parodia de James Bond, pero hasta el momento sólo ha firmado películas mediocres. Pues precisamente ha tenido que ser este señor el que desafíe a los espectadores de la era 3D con una película en blanco y negro y además, muda. Chaplin podría haber sido su mayor influencia, pero no, el genio con bombín y bigote es único. ¿Buster Keaton?, no, demasiado físico. Quizá The Artist recuerde vagamente a Sunrise: A Song of Two Humans (Amanecer) de Murnau, pero tampoco mucho, realmente Hazanavicius ha encontrado una voz propia en una forma de expresión muerta hace ochenta años.
La caída de una estrella y el ascenso de otra. ¿El motivo? El paso del cine mudo al sonoro. Billy Wilder ya contó esto con aquella obra maestra llamada Sunset Boulevard, pero Hazanavicius no pretende aportar nada, ni falta que hace, el director francés camina entre lo triste y lo cómico para narrar una típica historia de amor, previsible sí, pero conmovedora también.
Jean Dujardin se viste de George Valentín y el traje le sienta perfecto. Tanto, que se llevó el premio a mejor actor en Cannes. Es cómico, vibrante y extrovertido, no quiere ni oír hablar del cine sonoro. Cuando este llega e inevitablemente triunfa Dujardin transforma su personaje en un ser oscuro, depresivo e introvertido. Ella, Bérénice Bejo, tiene menos profundidad, pero su talento se puede sentir en alguna que otra maravillosa escena que no relataré para no estropear la experiencia del espectador, pero que tiene que ver con un chaqué y un sombrero colgados de una percha.
El único actor americano que participa en el filme es John Goodman. El productor oportunista. Como siempre, brillante. Da igual que la película sea muda casi se puede oír su pesada respiración.
Muisca, silencio y aplausos (mudos). La partitura del filme es otra de las maravillas que ha conseguido Hazanavicius. Su autor, Ludovic Bource, compone una banda sonora que no frena en 100 minutos y que resiste dicho envite sin empalagar. No muy alegre en los momentos cómicos y no muy triste en los momentos dramáticos. Suena a Oscar.
The Artist es una película que deja poso, pero no por su historia sino por su forma. Con una fotografía limpia, unos actores soberbios y una narración ágil, juguetona y muy pensada por Hazanavicius, esta obra francesa es un regalo para los espectadores.
